Montesquieu habla del
gobierno republicano y del monárquico.
Menciona que la naturaleza del primero es que el pueblo tenga el poder supremo,
y del segundo es que un príncipe tenga la supremacía.
Para el gobierno
republicano es más importante que el gobernador tenga VIRTUD.
Aquí debe de tener un orden sobre todas las cosas, pero no para la moral; pero
claro, se necesita educación para cubrir este punto y tener virtud.
Montesquieu define
esta virtud como el amor a la patria y a las leyes; los ciudadanos deben de
amar a la república ya que cada uno de ellos tiene parte en la gobernación de
ésta.
La democracia comienza
a fallar cuando se extrema la misma; es decir, cuando todos quieren ser iguales
a los que ellos mismos eligen para que los gobiernen.
A esto ya se la puede llamar liberalismo, y se corrompe cuando muchos quieren
ocultar su propia corrupción.
Para poder evitar
esto, es necesario quitar la desigualdad –que provoca la aristocracia-, y la
igualdad exagerada –que es el despotismo-; a lo que Montesquieu quiere llegar
con esto, es que no hay que llegar a los extremos, sino mantenernos en un
equilibrio de poder, en la democracia.
Clasifica a la democracia entre ordenada y desordenada, en la primera dice que
todos son iguales como ciudadanos y en la segunda todos son iguales como
gobernantes o ciudadanos con un poder superior, aunque sean dependientes de su
pueblo.
El autor nos describe
las tres clases de poderes:
1.
Uno que es
el encargado de hacer las leyes transitorias o definitivas.
2.
Otro que hace
la paz o la guerra.
3.
El que castiga
los delitos.
Dice que estos tres
poderes se neutralizan produciendo la inacción para que el poder supremo no sea
opresor.